La gran depresión.

Cuando usted lea que un Subgobernador del Banco de México recomienda al gobierno federal una reforma fiscal para tener un Estado fuerte que pueda ser un buen proveedor de bienes, no crea que el banco central se convirtió en un repentino promotor del estatismo que, desde sus responsabilidades monetarias, se mete en los asuntos fiscales del gobierno.

No es una forma de regresarle la bofetada a la 4T, que desde su fracción parlamentaria mayoritaria en el Senado busca sabotear el aséptico manejo que tiene del mercado cambiario el Banxico con aquella iniciativa de recibir dólares sin mayores preguntas de cualquiera que se forme en un banco.

Cuando esa consideración viene de Gerardo Esquivel se explica la mitad de las razones para que este personaje se tome el permiso de hablar del gobierno de Andrés Manuel López Obrador desde su silla en el Banco de México. Es, al final, la intromisión el sello de la casa.

Lo que escuchamos de Gerardo Esquivel es algo más que un deseo, es un adelanto de los planes de la 4T. Como sea, hoy ubicamos a este economista como integrante de la Junta de Gobierno del Banco de México, pero antes de ello fue el estratega fiscal de López Obrador en su calidad de candidato a la presidencia.

Y, así como el Presidente no se mueve un milímetro de sus planes en tantas cosas, aunque se le haya cruzado al mundo una pandemia, así hay que recordar que entre sus planes escritos y publicados está llevar a cabo una reforma fiscal en el 2021.

También ha tenido en mente desde hace algún tiempo echar para atrás la reforma energética y otra lista de retrocesos de lo que llaman la Cuarta Transformación. Todo en el 2021.

Y no hay razones para pensar que va a desistir de ninguno de sus planes, porque, lo dicho, ni la pandemia ha hecho razonar a este gobierno sobre la necesidad de adaptación a la nueva realidad.

Lo único que puede frenar los planes de la segunda mitad del sexenio es que pierda su mayoría en la Cámara de Diputados y la voluntad presidencial deje de ser una orden incuestionable en el Congreso.

Por lo demás, el adelanto de Esquivel está ahí, una reforma progresiva, que es el eufemismo para anunciar que los que ya pagan, paguen más. Y una reforma fiscal para hacer un Estado proveedor fuerte, al estilo del México de la mitad del siglo pasado. No hay sorpresas, es todo el estilo de la 4T.

Aquello de ampliar la base de contribuyentes es inversamente proporcional a las intenciones electorales de la 4T. No hay manera de que eso implique terminar con las exenciones del impuesto al consumo y menos el cobro de impuestos en la informalidad que tantas satisfacciones electorales le ha dado al grupo en el poder.

Está en la mente presidencial proponer una reforma fiscal después de las elecciones intermedias y Gerardo Esquivel no sólo lo sabe, sino que él mismo sentó las bases para que López Obrador la imaginara en sus tiempos de candidato.

 

Texto original: Enrique Campos Suárez       ecampos@eleconomista.com.mx